Hay “personajes” especiales… En Nexus, buscamos esos espíritus: Gente emotiva que hace ésto por algo más que una pasión. Más bien, por una fusión de mente, alma y corazón que los lleva a impulsarse auténticamente hacia la montaña. Tomás es uno de esos tipos, y nos encontramos auténticamente emocionados de compartir con Uds. el presente material.

Le pedimos que escribiera desde el corazón. Los invitamos a conocer un poco más de él y que, tomándose un chocolate caliente, se dejen llevar por su sentir:

Mi nombre es Tomás Buvinic y tengo muchos años… algo así como 58… Yo corro… creo desde hace harto. ¿Cuánto exactamente…? no lo sé. Pensemos unos 15. Cuando no estoy en el cerro o pensando en correr, trabajo en una empresa en el área de gestión… es decir frente a un computador.
Disfruto simplemente de un cielo estrellado, un cielo despejado con luna llena, un cielo azul sin nubes en un día frío, el café y alguna buena cerveza artesanal. Y obvio, adoro disfrutar del cerro con mi pastora alemán.

Es que no se puede dejar pasar los árboles sin verlos, no se puede dejar de oír los pájaros o bien detenerse para ver el vuelo de un ave rapaz – el trail entonces para mí es más que correr solo o acompañado: es libertad, contemplación, volver a lo esencial.

Correr…

Pero, ¿por qué corres?…

Cuando alguien me hace esa pregunta, la verdad, no sé qué responder. Podría buscar y largar frases ya hechas, de esas que hay por montones. Internet es una maravilla para eso: repetir lo que dijo tal o cual y así se salva el momento; hasta quizás con un toque de intelectualidad. Pero sé que la respuesta es algo más que eso. No algo más – mucho más que eso.

Entonces entro en un mundo distinto buscando esa respuesta, y llego a muchos lugares donde cada uno de ellos trae una suma de sensaciones, de esas que se dan sólo una vez; esa única vez, y que hizo del momento algo que va más allá de poder explicarlo con palabras. ¿Cómo poder transmitir, por ejemplo, el momento en que una gota de lluvia se desliza por una hoja hasta tocar el suelo?  Una gota que es transparente, pequeña, y que ella sola es capaz de atrapar la luz del sol y luego dejarla salir… Hay que estar allí para sentirlo, para ser parte de ese momento.

Los fines de semana temprano por la mañana, busco mis cosas, las zapatillas para trail, mis shorts favoritos. Coloco en la mochila lo esencial. No necesito llamar a mi perra, Gitta – una pastor alemán – que ya está moviéndose de un lado para otro porque sabe que todo eso significa libertad.… Nos subimos al auto, y nos vamos… Sí, por lo general salgo solo, recorro caminos ya conocidos o bien, en la fascinación por descubrir, me traslado a nuevos senderos.

Reconozco que ésto de andar solo es arriesgado, pero hay algo que va más allá del sentido común, y de la lógica mortal. “Ese algo más” es el que hace olvidar el riesgo, o bien minimizarlo para salir a correr por alguna parte, por algún sendero entre el bosque, por lugares abiertos, cerro… Algo en donde se siente la magnífica sensación de estar allí solo. Tal vez haya algo aquí de sentir que se retrocede en el tiempo, que se puede volver a tiempos pasados, muy remotos donde el ser tenía una conexión pura con la naturaleza..

Corremos por senderos de hojas, de barro, senderos secos o de piedras, sintiendo cada uno de los pasos, buscando el ritmo. No hay apuro, sólo el sendero y nosotros. Un avanzar constante y suave tratando de lograr toda una armonía con el lugar. Es que no se puede dejar pasar los árboles sin verlos, no se puede dejar de oír los pájaros o bien detenerse para ver el vuelo de un ave rapaz – el trail entonces para mí es más que correr solo o acompañado: es libertad, contemplación, volver a lo esencial. Los audífonos ya no existen, se quedaron en algún cajón. Reconozco que los ocupé andando fuerte por senderos al ritmo machacante de un buen heavy metal, pero eso no era “estar allí”. La cabeza iba a otro ritmo, concentrada en algo que no era del lugar. Afortunadamente, un buen día se quedaron en casa y nunca más me acompañaron.

Trato de salir lo más que se pueda, fines de semana temprano son casi “nivel sagrado”. Solo o acompañado, los senderos me llaman. Patagonia es impredecible, una lluvia puede arruinarlo todo. Distinto es si te pilla en la ruta. El viento no importa y el frío mucho menos… Salidas con nieve al amanecer… Es una maravilla que pocos conocen. Mañanas frías con senderos con nieve dura y saliendo el sol a nuestras espaldas, es definitivamente otro mundo.

En la semana el tiempo se complica y a veces no queda más que correr en la calle, lo cual a  mi perra no le gusta: Ve que me pongo las zapatillas para cemento y se hace la desentendida, mira para otro lado… Se va a acostar, no existo… Ahora bien, igual me doy el tiempo y durante la semana algún día por lo menos trato de ir al cerro y Gitta va conmigo. Allí estamos nuevamente siendo parte del lugar, pero ahora hay un nuevo encanto, está cayendo la tarde y con ella los colores son otros. Todo comienza a calmarse y el sendero está allí, libre y hermoso. El terreno varía con planos, desniveles que son suaves y el paisaje es ahora despejado, “pampa” lo llaman aquí… Inmensa, infinita y salvaje, muy salvaje. Una lluvia y no hay donde guarecerse, mientras el viento da con todo… No respeta nada, es el dueño del lugar y lo hace saber. Pero esta vez tocó calma, una calma muy suave que fluía por el sendero. De a poco se vieron las estrellas, y entonces una frontal alumbra el camino hasta el final de ruta.

No veo el trail como competencia, si bien he participado en varias. Está bien que existan, pero para mí es mucho más que eso. Es estar en el lugar, atrapar su esencia y quedársela por un tiempo solamente porque debe ser libre y fluir para que alguien más la pueda tener.

Estando solo en la naturaleza pura, acompañado por un perro, para mí es volver al pasado remoto, donde un cazador y su perro-lobo avanzan por el bosque o por un sitio abierto, explorando, buscando nuevos senderos, cazando. Es volver a lo esencial, dejando atrás un mundo del cual todos somos parte, para entrar en uno donde está el sendero y los pasos que se sienten en él. Se está fuera de todo tiempo real entrando en una dimensión que va más allá de lo puramente físico. El aire llena los pulmones y con ello se puede continuar. El lugar se siente en el cuerpo y los sentidos se agudizan. Se es parte del lugar o el lugar ha permitido que se sea parte de él.