… Una hora después de partir apagué la frontal, estaba corriendo en un bosque, rodeado de montañas muy altas. Creo que acá tuve una de las postales más lindas, cuando las cumbres reciben los primeros rayos de sol y se tornan de un color característico que me cuesta describir, entre piedra anaranjada y colores morados incluso. Sabía que venía el primer ascenso.

 

Por Daniela Corvalán

Me arrepentí de no haber participado el año pasado de esta carrera, así que este año no me la iba a perder por nada. Es tanto el prestigio de 4 Refugios que las inscripciones se agotaron el mismo día que las abrieron. Me habían dicho que la modalidad 4 Nonstop sería demasiado para mi experiencia y obedientemente decidí correr los 3 Refugios (ya que no alcancé a tomar el cupo para la modalidad clásica), pero aun así el recorrido sería duro y debía entrenar en serio. Menos mal que me preparé, porque si no la carrera hubiese sido una experiencia totalmente opuesta a la que tuve.

El bus llegó a las 4:30 AM en punto a Catedral para llevarnos al lugar de partida.  La noche anterior me había preparado mi típico desayuno antes de correr: Avena activada con cacao y plátano. A pesar de que no tenía hambre fui comiendo en el camino. Llegamos a Colonia Suiza una hora antes de partir,  hacía mucho frío. 4 Refugios es conocida también por la eterna lista de material obligatorio que te exigen para participar. Esta vez el clima sería favorable, de hecho, pronosticaban 27 grados C. de máxima por lo que eliminaron las calzas largas, el polar y el gorro.  Tenía planificado partir sólo con mi short y  polera de la competencia (obligatoria), pero hacía tanto frío que al final me puse además una polera térmica.

Comenzar de madrugada era una experiencia nueva para mí.  La carrera comenzó a las 6 AM en punto.  Estaba bastante frío ya que amanecería pronto. Como siempre partí tranquila, cómoda y en mi cabeza empecé a revisar cómo se sentía cada parte de mi cuerpo: “… Parece que será uno de esos días buenos en la montaña”. El primer tramo quedará en mi imaginación, porque con la frontal poco puedes ver, mas que el sendero y las raíces de los árboles que hacían el camino un poco trabado. Lo que sí puedo decir, por el sonido, es que corrí por el lado de una quebrada por donde caía mucha agua.  En este tramo estuve prácticamente sola, apenas podía ver una luz tenue de la frontal del corredor que iba más  adelante. Llevo poco tiempo corriendo, decido alimentarme.

Una hora después de partir apagué la frontal, estaba corriendo en un bosque,  rodeado de montañas muy altas. Creo que acá tuve una de las postales más lindas. Cuando las cumbres reciben los primeros rayos de sol y se tornan de un color característico que me cuesta describir; entre piedra anaranjada y colores morados, incluso… Sabía que venía el primer ascenso.

Fotografía, Rodrigo Puchi.

Abandonamos el bosque para comenzar escalando el primer ascenso hacia el refugio Laguna Negra. Piedras grandes, pero con surcos que hacen fácil la trepada si estás en buena condición física. Estaba bien entrenada e iba a dar todo. Subí rápido y ágilmente empecé a pasar a corredores. Llegué al primer refugio y me revisaron parte del material obligatorio al azar: La frontal y la manta térmica. Rápidamente saqué lo que me pedían y sin perder más tiempo comencé a atacar la bajada. Esta parte de la carrera era un loop; comencé a bajar, recuerdo que una corredora me iba pisando los talones. Intenté no aflojar y mantenerme adelante por un sendero no técnico, pero aún así con piedras que me obligaban a mantener la concentración. Tropecé un par de veces, pero a medida que seguía descendiendo ya no sentía a nadie tras de mi. Me alegré porque por primera vez no perdía mi lugar en una bajada.

En el bosque nuevamente, perdí un poco de tiempo al tratar de esquivar rocas húmedas, retrocedí al ver que no iba por el camino correcto, y veo a la distancia una corredora al acecho. Me frustré porque había perdido la poca ventaja que le había sacado ¡en bajada!, pero me animé al pensar que aún quedaba mucha subida por delante. Seguí detrás de ella hasta llegar a un claro con ese pasto característico que crece en zonas extremadamente húmedas, donde se te hunden los pies por el barro.  Noté que podía ir más rápido y antes de separarme,  procuro comer e hidratarme.

Fotografía, Rodrigo Puchi.

Con las zapatillas llenas de agua y barro, comencé el segundo ascenso por una quebrada con piedras por la cual descendía agua. El camino de nuevo era trabado, pero aun así intenté ir rápido y sacar ventaja en lo que es mi fuerte. Miré hacia arriba y frente a mí se veían dos glaciares: La subida no dejaba de ser dura, pero el hielo le dio una dificultad adicional, me resbalaba con facilidad. Mis zapatillas por fin vuelven a pisar las piedras y tierra, lo que creo fue el punto más alto de la carrera, unas vistas que apenas podría describir, este lugar tiene la combinación perfecta entre lagos, montañas y bosques.

Los colores lo hacen ser un lugar realmente mágico y nuevamente pienso lo afortunada que soy de poder estar ahí. El tiempo se pasa rápido, decido comer . Ya casi no me quedaba agua y se me hace difícil digerir lo que pongo en mi boca.

Me habían advertido lo que me esperaba, y fue tal cual o peor a como me lo imaginé, el descenso no comenzó enseguida porque al cambiar el sentido de la carrera original, se hizo necesario buscar un lugar más seguro en vez de “rapelear” el tramo que uno se aseguraba con arnés en las versiones anteriores. Acá mis tobillos sufrieron con el constante choque de las piedras que rebotaban en cada una de mis pisadas. Piedras grandes y sueltas por un sendero invisible, con el filo de la montaña a la izquierda y el vacío hacia la derecha que me hicieron sentir un poco de miedo. Intentaba moverme rápido, pero realmente poco se podía hacer en un terreno tan técnico.  El sol se hacía presente y me urgía tomar agua. Con el último sorbo que me quedaba me tragué otra pastilla de sal y como pude me comí  una roobiotic (para todos los que tienen problemas a estómago al correr tanto, buena opción porque es un shot de carbos, proteínas y probióticos, marca Roobar)

Pasada esta parte comienza el eterno descenso al refugio Jakob y digo que fue eterno, porque estaba desesperada por tomar agua. A mi parecer esta parte fue la más difícil de bajar, un acarreo con piedras grandes y sueltas, tan empinado que frenar se hacía difícil y adicionalmente la dificultad de esquivar las piedras que caían con el descenso de los corredores que me vienen persiguiendo. Llego al refugio, por fin puedo  tomar mucha agua.  Me saqué la polera térmica, cargué agua y no perdí más tiempo. Aún me quedaban dos subidas para dar lo mejor de mí.

Apenas abandoné el refugio crucé parte de un bosque antes de comenzar el tercer ascenso, que fue corto pero intenso. Llegué a la parte más alta y así como la subida, el descenso también fue corto hasta que me topé con otro bosque. Ahora se agradecen las raíces, porque después de tanta piedra y terreno de montaña los pies quieren descansar. Miré mi reloj: llevaba casi 6 horas en competencia y 30 km, por lo que según el mapa, me quedaban apenas 7 km para terminar, pero ya empezaba a sospechar que la carrera sería un poco más larga. Me quedaba la última subida. Aproveché el falso plano del bosque para comer mi último y valioso gel. Intenté llevar un ritmo decente hasta llegar al último ascenso, el peor de todos y el que nunca voy a olvidar.

 

Al principio pensé que sería similar a los otros. Pero a medida que subía me daba cuenta que poco avanzaba, el terreno era un acarreo con más arena que piedras, y cada pisada te llevaba al mismo lugar porque la tierra no soportaba el peso de tu cuerpo. Esa subida fue eterna, tuve que sacar toda mi fuerza mental. Sabía que tenía que comer algo, en un momento pensé que me iba a desmayar, así que me obligue a tragar una barra. Muchos tenían que parar a descansar, pero yo me mantuve firme hasta que por fin alcancé el final de aquella eterna tortura. Me dijeron que quedaba poco para el refugio Frey,  y 12 km para terminar, me sentí estafada con el kilometraje: aún me faltaba mucho.

Bajada desde Refugio Frey. Fotografía, Rodrigo Puchi.

Antes de comenzar el último descenso no pude evitar contemplar la increíble postal que dejaba a mis espaldas, toda la tortura valió el esfuerzo. En esta etapa el comer se hizo indispensable, necesitaba energía. Me encuentro con Rodrigo Puchi, me alegré de ver a alguien conocido, me acompañó un par de kilómetros mientras me sacaba fotos corriendo alrededor de lagunas rodeadas de arena y piedras grandes que había que esquivar. Una vez en el refugio, me hidraté y comí un plátano porque me quedaba por lo menos una hora más para terminar. Rodrigo se despidió y me dio ánimos. Continué por lo que sabía era un falso plano. En esta última parte me sorprendí porque, ya con más de 7 horas en la montaña aún podía seguir trotando, obligaba a mi cuerpo a hacerlo porque siempre en la última parte de las carreras pierdo mi lugar que con tanto esfuerzo he ganado en las subidas. Pero esta vez estaba entrenada y no pensaba dar mi brazo a torcer.

El día antes había recorrido esa zona, más bien apenas 3 km, pero recordé bien el lugar en que me dije “cuando estés aquí mañana, solo te quedarán 3 km para llegar a la meta”. Había pasado ya la parte más difícil, sólo quedaba aguantar. La vista a veces me hacía olvidar lo cansada que estaba, pero con cada pequeño desnivel sufría, el sol abrasador no ayudaba mucho. Al menos el sendero era agradable para mis pies, sin piedras y amortiguador seguramente por la lluvia que cubrió a Catedral algunos días antes. El estómago me rugía  de hambre, pero pensar en la mitad de la barrita que me quedaba me daba asco, por lo que solo me limité a tomar agua durante este tramo (¿que me costaba llevar más geles?).

Trotando y sin flaquear, a pocos kilómetros, mi mente comienza su trabajo,  me doy ánimo hasta que por fin vi Catedral. Sólo un último repecho y veo la meta. Instantáneamente me puse a reír, pero a llorar al mismo tiempo. Lloraba de felicidad, por haber completado el circuito de montaña más técnico y más duro de mi vida. Mi madre me esperaba en la meta y sentí todo su orgullo, al abrazarla no podía retener mis lágrimas. Sin duda 4 Refugios es una carrera para recordar y obligatoria para todo corredor de montaña.

Agradecimientos a Columbia Chile por hacer posible mi participación en esta carrera y por darme todo el equipamiento necesario para visitar la montaña.

Premiación General Femenina, Categoría 3 Refugios.