Ultra Fiord; catalogada como una de las carreras más exigentes a nivel mundial, desarrolló su cuarta edición entre el 2 y 7 de abril reuniendo a deportistas de diversos países en la Ciudad de Puerto Natales, Fiordo Última Esperanza, Chile.
I.- Dónde el Diablo perdió el Poncho.
El navegante español Juan Ladrillero en 1557, rezaba a dios para que su última esperanza de encontrar el Estrecho de Magallanes no fuese en vano y que lo que estaba surcando en su nave no fuera un fiordo. Hoy en el siglo 21, es irónico ver como esta misma zona sea la máxima fascinación para moverse por los estuarios en busca de una aventura mágica, en el mundo de los fiordos. En la provincia de Última Esperanza, en la tierra donde sólo los fuertes perseveran, es ahí donde se obra Ultra Fiord.
Todo lo inexplorado conduce a la curiosidad, fenómeno incrustado en las voluntades de los grandes exploradores, como lo fueron en la patagonia Shipton, Darwin, Fitz Roy, Scott, Amundsen. Los fiordos, por donde quiera que se les mire, son inaccesibles inclusive en los presentes días.
En este escenario, Ultra Fiord se eleva como una experiencia totalmente distinta en el mundo del correr por las montañas: Una carrera de semi-autosuficiencia, en la orografía más accidentada, bajo las condiciones meteorológicas más indómitas. Es que Ultra Fiord es el patio de juegos donde el mismo diablo creó las torres verticales más deseadas por el hombre. Pero para dejar el acceso sólo a los mejores, incrustó en ellos los hielos más helados y los vientos más agresivos conocidos jamás en el mundo moderno. Es ahí, donde el diablo escondió las bellezas más inimaginables para el hombre. Allí construyó la entrada a ese mundo dantesco y primoroso, para que después se pueda subir al purgatorio de los senderos de bosque, barro y ríos transparentes, y así finalmente llegar a la gloria del cielo por medio del premio al esfuerzo y a los ojos que avistan los panoramas más bellos del mundo.
“La edición 2018 de Ultra Fiord se encuadra en una vivencia difícil de describir: Un sabor amargo combinado con el dulce de chocolate más exquisito que se funde en las tierras australes donde están rodeados por mares ricos en vida y selva impenetrable”. Ni un humano vive en los fiordos. “Adversidad” es una de las palabras que conforman el espíritu de los estuarios meridionales.
II.- Espíritu indócil.
La organización elige surcar lugares nuevos donde invierten meses de exploración en mapas y GPS, logística de gestión de acceso a terrenos privados, posterior apertura de los senderos a punta de pala, picota, gualato y rastrillo (sí rastrillo) para cerrar con el marcaje. Escuché por ahí cómo la organización debía mover 25 kilómetros y en ascenso un total de 60 Litros de bencina y aceite para la mezcla de las motosierras. Con ello, podrían despejar el camino de los árboles caídos el año anterior. Todo ello, les tomó 10 días trabajando incluso bajo la lluvia. En un momento el colapso por el esfuerzo fue tal que deciden bajar a la ciudad 3 días y dejar el campamento tirado para que el retorno sea más simple. Bajan 8 personas del cerro con una sola carpa y cuando pillan el río Tenerife, estaba tan crecido que no pueden atravesarlo y los 8 pernoctan dentro de la carpa diseñada para 3 personas. Al otro día podrían cruzarlo, cuando el frío era mayor. No está demás comentar que los 8 participantes les gusta eso que cuentan y les gusta además estar metidos ahí mismo, mojados por días en la silenciosa naturaleza.
Ultra Fiord es una escena más próxima a lo extremo, a lo real y auténtico de los desafíos
Lo anterior, moldea una sustancia ciertamente especial de cómo conciben la vida los organizadores en términos de cómo todo lo que orbita alrededor de las rocas, las plantas, los ríos, los témpanos y los cielos magallánicos se deben patentar.
La hostilidad está disfrazándose con tanto producto tecnológico y lo que parece imposible, se enmascara con señales de celular, apoyo logístico en barco, auto y helicóptero, con puestos de asistencia cada diez kilómetros y ultra distancias con asistentes (pacers). No señores. Eso no es hostilidad, la hostilidad real, el miedo, la incertidumbre es auténtica cuando más solo estás, cuando en la noche no ves más que la luz de tu frontal y la de la luna. Cuando corres horas en retiro y cuando más independiente eres. Ahí, en el fondo de ese espacio-tiempo es cuando el trance de quien tú eres se refleja en la iris y puedes conocerte a tí mismo, en un espejo tan límpido que no puedes sino entender quién eres.
III.- Nosce Te Ipsum.
La hostilidad es relativa a la incertidumbre. Primero a que la meteorología sea tan perversa que ni largar te sea permitido por las rachas de 80 Km/Hr en las partes altas; o que precipiten la noche anterior 70 cm sobre el glaciar que se debe cruzar; o que el barro sea tanto que tu calzado quede enterrado al sacar el pie del charco y debas buscarlo por minutos dentro de la poza. Y que si no te mueves suficientemente rápido, no generarás calor suficiente para que ni los mejores guantes corta-vientos te protejan de las inclemencias del frío patagón. Esas experiencias son referentes a la verdadera hostilidad. Esas que te llevan a la duda, al cuestionamiento efectivo, al miedo y a la frustración.
Frenesí, pavor, ansias, dudas y dudas es lo que se siente en las partidas de los ultras en los últimos días de la semana Ultra Fiord. La meteorología más inestable que nunca deja siempre una noción de inseguridad que algunos corredores la hacían evidente manifestando su malestar.
IV.- Equipo.
En medio de los 100 K. viene el segundo ascenso que comúnmente le llamamos el Kilómetro Vertical. Era particularmente especial porque el sendero estaba muy poco claro. Sin las estacas de marcaje no era factible sortear esa zona. La última parte es bien perversa al ser de una grado bien fuerte pero en un acarreo suelto que daba agotamiento. Caen copos de nieve grandes y secos que más abajo serían en forma de agua. La escena es perfecta en lo estético y voy muy feliz pero apurado de mis pasos. Supe que tal zona de noche surcarla sería aún más penoso.
Casi en la cima un tipo de Boulder, Colorado, me alcanza. Marcamos control con Jamie, mi compañero del momento en esa parte del trayecto. Al empezar a descender le sugiero que bajemos juntos buscando las estacas, dado que en la nubosidad cubriendo más y más el paso de montaña la cosa se estaba volviendo más lenta en caso de ir en solitario. Bajamos todo ese kilómetro vertical juntos. No hablamos casi nada, porque ambos queríamos salir de esa zona con luz. Nos tocaría correr 15 minutos en la noche antes del punto de control “Milodón”. Lo que venía para mí y Jamie era nuevo, y me comentaron que las estacas estarían más separadas en la estepa, entonces, aunamos frontales para nunca perdernos una vez más. De nuevo, no hablamos mucho, ambos queríamos hacer el trámite rápido. Hablamos un poco de su familia y su estadía en chile hasta que vimos unas frontales atrás y le sugerí apretar el tranco a lo que él aceptaría dichosamente.
La noche era total. Ya lejos quedaron las montañas y ahora se venían las colinas pamposas. Lomas no tan fuertes en grados pero sí muchos toboganes de varios metros de ganancia en altura y pérdida. El ritmo de mi compañero en las gradientes fuertes era perfecto para mí, porque me llevaba más rápido de lo que iría solo. Y en los planos, que aún eran muy pocos yo lo tiraba a él. En algún momento él toma el liderazgo y yo me dedico a tenerlo cerca, a veces perdíamos las estacas y le decía que parara, yo me salía del camino lógico para ver si alumbraba las estacas reflectantes. Nunca nos perdimos verdaderamente, todo iba muy bien. Mientras corríamos me pregunté decenas de veces si el final sería compartiendo la posición o que nos mataríamos el uno al otro pero obteniendo la posición que sea sin cuestionarnos quién era verdaderamente mejor. Yo estaba más animoso por lo segundo, pero en los ultras, lo imprevisible está tanto o más presente que en la vida misma.
V.- Destino y familia.
El kilómetro 78, cuando por fin estábamos entrando a la pampa real, en una estancia a lo lejos se empiezan a escuchar muchos gritos, mucho más de lo normal. Jamie y yo sabíamos que habíamos llegado al siguiente puesto de control, que nos llevarían a rematar los últimos 30 K para llegar a la meta, Puerto Natales.
Un camarógrafo nos grita que acá es la meta y yo no entiendo nada. Creo que cruzamos un portón y vemos que la gente está eufórica y contenta, alguien me abraza (¿Cindy Ramírez?) y me confirma que éste es el fin de los 100 K porque todo el equipo UF está evacuando gente de la zona de montaña que no le permitieron pasarla por seguridad.
A 3 metros del final, Jamie me mira porque entiende que algo pasa. Le explico que era el final para nosotros. Le digo que pase primero por el pórtico, a lo que él dice que no, me toma la mano y me hace cruzar la meta con él. Después viene el abrazo más lindo porque mis padres me siguieron en los últimos puestos de control, pero por lo conversado, sólo los vería en la meta. Entonces, cuando los vi en “Milodón” y ahora en “Dos Lagunas” mi cierre de Ultra Fiord 2018 no podía ser mejor. Nunca antes mis padres me vieron correr por los cerros y después de varios años “en el baile”, me ven haciendo lo que más me define.
VI.- Siente el pulso de la Patagonia.
No corrí 100 K, pero corrí 78 k.
No crucé el Glaciar Chacabuco, pero crucé algo más de un kilómetro vertical en una “animadversión” maravillosa.
No quería llegar de la mano de mi rival a la meta, pero lo hice con una sonrisa de felicidad.
No esperaba ver a mis padres hasta antes del amanecer en la meta, pero los vi en dos puestos de control…
Al otro día me encontraré con Jamie, su señora y sus cuatro hijos. Pude decirles cuánto él los amaba. Estaban orgullosos de su padre y sorprendidos que un extraño supiera cosas de ellos. Él me dejó invitado a Colorado y yo a él a mi patio de juegos, los Andes centrales. Gané a un amigo que no olvidaré nunca en mi vida.
Esta cuarta edición Ultra Fiord estuvo más patagónica que nunca. La meteorología salvaje y hostil, los recursos humanos trabajaron aún más duro que antes y el equipo de rescate con jornadas acumuladas de cansancio interminables. Pero nos vamos así, como sólo en patagonia te puedes ir: con la piel seca por el viento, con los ojos vidriosos y emociones tan profundas que dejan marcas en el tiempo, que te forman y moldean sin sutelizas.
En esta estrofa he estado esperando veinte minutos para saber qué escribir. Sé que quiero contarte de los sentimientos…
… Lo que intento decir es que cuando me muevo por el cerro me pregunto si prefiero una dosis muy baja de experiencias lindas acumuladas en el año, versus una sola gran experiencia que retorne constantemente a mi mente por meses, y en cada oportunidad que puedo abrir mi corazón a algo o alguien, brinque ese sentir para advertir una dicha superior.
Impregnado en el texto, asumo que todo lo que hacemos, en forma ideal se trata de hacerlo con una constancia hacia un proyecto mayor, cosa que cuando viene el clímax, sea vivenciado en su máxima expresión factible.
Ultra Fiord es quizá el evento más extremo de trail running del hemisferio sur. Un manifiesto al correr por los cerros con una fuerte dosis de salvajismo donde realmente el desafío te lleva más allá de una experiencia normal. Los diferentes tipos de terreno por donde te mueves, el factor climático, y lo simple de los puestos de abastecimiento, ciertamente hacen que todo lo que he hayas hecho antes, sea el cimiento para coronar tus esfuerzos poniendo en la cúspide de tus logros a este evento en las latitudes 51.
Gracias a Vitargo Chile, por hacer mi alimento el mejor y más liviano.

Corredor de montañas, Esquiador de Randonée y Ciclista de Ultra Fondo. Algo de montañista y remanencias de escalador.