La provincia de San Juan, Argentina, alberga su capital homónima.
Es ahí donde ocurre una de las carreras grandes del trail running en Argentina: Desafío Ansilta.
Desde los 2000 años antes de Cristo, hasta los 500 años después del mismo, es que habitó una cultura indígena que se sabe hoy, el significado de la palabra Ansilta es “Atajo de agua”.
Ansilta, entre muchas cosas, es hoy una cordillera que está solo en el lado argentino, que corre paralelo a la cordillera de Los Andes, y está conformada por 7 cumbres, que les llaman Picos, desde el nº 1 hasta el 7º. Sus alturas van desde los 5100 msnm hasta los 5886 msnm. Algunas son montañas fáciles pero otras son simplemente rudas.
Es por lo anterior, que en la capital de San Juan están los cuarteles centrales de la ropa técnica más prestigiosa de la industria argentina. En honor a la cordillera descrita previamente es que la marca de la ropa es que se llama Ansilta, que a su vez es el auspiciador principal de lo que es hoy, una carrera clásica de del trail running argentino.
Así, Adventure Pro, gestiona que la carrera tome forma convocando 2.000 corredores, algo así como los números del Endurance Challenge de Chile.
Cuando llego a San Juan, para el retiro de kit, de momento es impactante lo que uno presencia; en el sector del retiro, habían muchos stands en una de las varias plazas de la ciudad, a la vez que el retiro de kit era en un centro de convenciones muy bonito.
Charla técnica obligatoria donde nos reiteran, como en todas las carreras la importancia del kit, de llevarlo y de la descalificación de no cargarlo completo en caso de fiscalización aleatoria.
La partida es muy temprano, hacía tantísimo frío, pero los argentinos saben de detalles, y colocan un fogón móvil cerca de la partida, entonces, cuando se acercaba la hora de largar, ya podías estar en polera junto al fuego. Un fuego, algo tan simple y atávico hizo que la calma llegara en mi inmensidad de ansias por largar y terminar mis primeros 70 K en otro país, a solo tres semanas de haber terminado el primer Everesting en modo trail y con un resfrío no recuperado.
En la animación estaba Oscar, “Osky el cuenta cuentos”. Se me acercó y me preguntó cosas. Yo solo recuerdo que sentía miedo y ansias y ganas de largar. Pero lo que se caló en mi memoria por siempre es que él le preguntó a una corredora “A parte del agua y del equipo obligatorio en la mochila, dime, ¿qué sueños llevas en ella?”. Aún me conmueve esa pregunta que quizá para él fue una de las tantas preguntas lindas que hizo. Yo me respondí a mi mismo mientras ellos hablaban por el micrófono y poco después nos llevan a encajonar. Me despido del fuego y al rock and roll.
El trail como decimos algunos, es como la vida. Debo decir que por vivir la experiencia dije que iría a la carrera y ya. Pero hoy admito que no fui capaz de capturar lo que me estaba deparando.
Poco después de haber largado, en plena noche, con las frontales, nos metemos por unas lomas muy bajas, no más de 40 metros por sobre el nivel medio del suelo, pero vamos serpenteando por los filos que son particularmente angostos, pisar mal significaría una caída no grave pero de cuidado. Íbamos a tope adelante y los mejores corredores de inmediato se alejaron tanto que no los vimos más hasta varias horas después. De golpe, bajamos de estas lomas y nos metimos por lo que yo pensaba, eran caminos vehiculares lo que me hizo lidiar con mucha frustración dado la repulsión que les tengo. Pero, algo no tenía sentido en estos caminos, no tenían huellas definidas de autos, y además eran en algunas partes peculiarmente anchas. La pendiente por estos “caminos” era muy suave lo que hacía que podíamos correr a tope. Y cuando hablo de caminos eran tramos de 20 minutos sin parar por estos sectores, después cambia rotundamente el suelo a uno arenoso y por cajones angostos donde cabe una sola persona por bajadas de pendientes suaves que solo te obligaban a correr a fuerte evitando las plantas secas llenas de espinas que te irritaban la piel al pasar.
Todo era extraño para mi, íbamos por estos caminos que sospechaba, no eran tal para abruptamente meternos por montículos muy suaves y rapidísimos donde pisábamos de golpe por filos donde había que no levantar la vista, todo este cambio de escenarios lo hacían todo súper divertido.
Los argentinos son famosos por tener puestos de control muy abastecidos por lo que me di el lujo de confiar en que estarían puestos y me salté dos de ellos para ir con el agua que llevaba conmigo en la mochila.
Cuando llevaba 3.5 horas de azote por estos callejones anchos y de la nada angostos, por fin empezamos a escalar, pero siempre aparecían estas planicies de pendiente constante pero no fuerte, que ya tenía que invertir más voluntad en correrlas. Para ese entonces estaba algo enojado y frustrado porque no estaba entendiendo la geografía del lugar y tanta noche me tenía molesto con no poder ver para entender.
Un ascenso por fin duro y puedo ver a los punteros muy lejos, doblando hacia el norte, lejos, allá van volando ellos, mientras yo, me dedico de arrancar de un mendocino que dijo que llegaría antes que yo a la meta.
La frontal se le empieza a acabar la pila, cuando el sol ya se ve detrás empezando a teñir de rojo el horizonte. No pude parar a verlo, pero sí me voltié reiteradamente a contemplarlo mientras escalaba. Ha sido uno de los amaneceres más lindos que he visto. Estaba solo hacia adelante y hacia atrás cuando de la nada, siento olor a madera quemada. Perturbado, intentando entender como desde el valle escalaba un olor tan nítido. Después me percato que es un puesto de control esperándonos, sin agua, solo para el control de pasada de los corredores. 5 kilómetros más tarde y después de 4.5 horas, en zonas más altas por fin veo a la siniestra y veo las montañas más locas que he visto en mucho tiempo.
Primero, unas lomas arenosas de color base amarillo, con tintes de color rojizo sobre las bases para rematar con otros amarillos, más arriba cafés y lomas anaranjadas. Pero a la derecha las montañas eran eso, colosos más altos y negros pero evidentemente erosionadas por el agua, en literalmente miles de canales verticales y peligrosas, unas caídas verticales que creo ni un ser humanos ha bajado por ellas jamás. Hacia adelante, Los Andes, lejos, muy lejos, irreconocibles para mi. Nunca vi montañas así jamás.
Llegamos a las partes más elevadas de ésta primer sección, bebemos agua en un puesto que solo tenía agua e isotónico, subida por arrieros con sus caballos y no queda otra que bajar.
Ya con luz nítida comienzo a bajar hasta meterme a un cajón de esos anchos y por fin entiendo en lo que estaba metido.
Por mis lados me voy sumergiendo en una roca arenosa amarilla con tonos hacia el naranjo preciosas a la vez de rugosas al tacto, mientras el piso está lleno de piedras redondas chicas y arena de granos grandes. Todo esto lo hizo el agua, hace miles de años.
Haber corrido por esos cajones son la cosa más divertida que he hecho en mucho tiempo, como la pendiente era suave, podías correr a fondo mientras ibas girando tus hombros al compás de las curvas y las piedras que emergían del suelo con colores blancos y negros para hundirse metros más adelante bajo la gravilla y piedras. Nunca experimenté algo así en Chile; estaba viviendo la virtud total de Argentina: Sus valles majestuosos, perfectos para el desarrollo humanos y las montañas especiales para las diferentes disciplinas que alberga el mundo de la vertical.
De ahí, quedaba eso. Bajar y bajar y bajar. Nunca vivencié bajadas tan constantes, rápidas y en secciones tan serpenteantes, bajando por canales hechas por el agua.
Todo el momento me pregunté cuántos miles de años pasaron para esta erosión tan peculiar. Vi formaciones realmente especiales. Quedé maravillado con la parte norte de San Juan.
Geológicamente es evidente la riqueza de la zona, no por nada es de actividad sísmica alta. Es predecible al ver colores tan ricos e intensos la presencia de metales apreciados por el hombre. A pesar de los calores extremos que presenta, el vino, es una actividad potente, pero más del 50% de los ingresos son por la minería.
¿Les conté que hubo dinosaurios en San Juan?
Ok ahora les cuento, pero cuando les cuento, ¡hablo de los dinosaurios tipo Jurassic Park!
Ischigualasto, es un parque provincial donde se encontraron piezas fósiles de una calidad de conservación de importancia mundial. Una colección fructífera que estuvo bajo alta actividad arqueológica por decenios extrayendo muestras de estos gigantes. hasta el día de hoy hay exploraciones buscando fósiles y con éxito. Lo anterior lo cuento porque al final, es increíble todo lo que ha hecho la geología en un rincón tan peculiar; el suelo, la erosión en diferentes formas a un lugar que la tierra es tan poco fértil por su alto contenido mineral y rocoso. San Juan es árido, seco y en verano hostil, superando los 40º centígrados, es por eso que la carrera está emplazada en el mes de Mayo, así el calor no hostiga y las brisas suaves ayudan a correr libremente.
Los senderos siempre muy bien marcados, Adventure Pro, buscó en ese laberinto de miles de kilómetros de cañones, pasadas preciosas que empalmaron con salidas por donde corrió agua más tranquila y ancha milenios atrás. Así de un paso ancho nos metíamos en otros angostos, algunas veces subiendo, y otras bajando.
Y a veces, solo a veces, venían una trepadas tan verticales como poco se ve en Chile.
Unas bajadas largas y verticales que le dieron ese sazón que hace tanta falta por estos lados. Las piernas quedaban en condiciones paupérrimas después de tanto falso plano para después escalar algo que tenías la certeza, te esperaba al otro lado con la misma pendiente pero de bajada. Un ascenso, el peor en el último tercio de la carrera me arrebataría mis últimas gotas de dignidad para después pulverizarme en el calor de las últimas 2.5 horas de carrera porque el GPS en los cañones erró en las distancias cuando ya marcaba los 70K, me tocaron correr 6 kilómetros más en la desesperación por arrancar de quien me sucedía y me había pasado en la primera mitad de la carrera.
La bajada final sería remarcablemente uno de los azotes más duros que han recibidos mis piernas jamás, y el remate final de los 6 K antes de la meta, sorteando falsos planos como nunca antes en mi vida, dejarían en la memoria lo vivido.
Llegando a la meta, la gente ya se ve, una banda con trompetas y un bombo me ve pasar y empieza a tocar música, mientras yo les hago una mueca, más se avivan en la música y más fuerte la tocan, en la meta, todo se acaba. La voz de Oski y el abrazo de mi madre, que quiso sumarse a la travesía de cruzar la cordillera para ver el mundo del trail.
Argentina me sorprendió con algo que es relatívamente lógico, pero no lo fue patente para mi hasta que hice esa travesía. Hablo de las carreras rápidas, donde el trail running es más corrible, ello porque pueden jugar con los valles porque los tienen. Pero de lo valles, puedes meterte a los cerros y ahí tienen también por millones, por lo que la actividad del trail running puede ser más inclusiva, pero además más técnica.
Me llevo al Desafío Ansilta como una carrera preciosa, muy linda por todo lo previamente descrito, pero además por la habilidad de los argentinos de ser amorosos a la hora de darte ánimos, algunos te miran como héroes cuando te ven el porta números y ven que eres un ultra, la meta es viva, una fiesta como se dice popularmente, con comidas, cervezas y otros líquidos para hidratarse. La organización es realmente remarcable y sus estándares son cosas que son dignas de observación y admiración. Sin dejar de nombrar el apoyo de las marcas, que ponen dinero, pero no solo eso, sino que el gobierno promueve activamente el deporte invirtiendo dinero en eventos como estos, entregando un evento de un grandísimo nivel.
Hay que ir más seguido a Argentina.
Este un reportaje hecho por parte o por todo el equipo de Soy Ultra. Si quieres saber más de nosotros, ingresa a “somos” en nuestro sitio.